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El dinero es tabú. Hablar de dinero con satisfacción es tabú. Tocar con placer el dinero es tabú… Y así, todo lo relacionado de forma positiva con el propio  dinero y su uso, es tabú. ¿El mayor de los tabúes?

Habitualmente nos repetimos que «el dinero no crece en los árboles y corrompe», que «el dinero lo carga el diablo y que es sucio». Que además «es la causa de todos los males».

Y ¡ay de quién se atreva a decir lo contrario! Más que el sexo, el dinero es tabú y nadie sabe qué es realmente.

Hoy se dice que es energía, que se atrae, que si la «ley de la atracción»… Pero…¿»realmente da la felicidad»? ¿»Nadie puede hacerse millonario sin perjudicar a los demás»?

Como sabéis, ese tipo de afirmaciones son la serie de creencias limitantes que sólo forman parte de una percepción de la realidad, y que éstas creencias son precisamente las que nos impiden crecer, desarrollarnos como personas o alcanzar todos esos sueños que hemos ido comentando anteriormente.

La creencia que nos limita es algo en lo que creemos como una verdad absoluta y  que  realmente no es cierto. ¿Conocéis el cuento de Jorge Bucay de El elefante encadenado? Las frases que nos repetimos una y otra vez en nuestra mente son verdades, pero solo para ella y, después de repetirlas miles de veces, terminamos por darlas por buenas.

El camino de tu riqueza

Coraje y Dinero. Las creencias se van adquiriendo y consolidando en nuestro ser de muy diversas formas:

  • Por herencia cultural: » El dinero se gana con el sudor de la frente».
  • Por las personas que marcaron nuestra infancia: «Nada se consigue sin esfuerzo».
  • A partir de un hecho traumático: «Cuando nos referimos a un hecho traumático, no debemos pensar únicamente en grandes traumas. Muchas veces, la mente de un niño no está preparada para recibir determinados mensajes y un hecho puntual, puede ser generalizado, distorsionado o incluso excluido por su mente y quedar grabado de una forma limitante» (Del libro Coaching a escena): «No hay suficiente dinero para todos» o «Hay que guardar dinero por si vienen tiempos duros».
  • Por pertenecer a un grupo: «El dinero no es espiritual» o «los ricos son codiciosos y deshonestos».
  • En función de lo que los demás piensen y verbalicen de nosotros podremos construir creencias para adaptarnos a esas etiquetas: «No soy bueno con ……….. por eso nunca podré ganar dinero de mi sueño».

Si cambiamos nuestras creencias y nuestra actitud, todo cambiará a nuestro alrededor. Probemos: Si yo pienso que «el dinero es la causa de todos los males», ¿cómo me voy a relacionar con el dinero que gano? ¿Voy a conservarlo? ¿A gastarlo o invertirlo de forma que me beneficie?

Esto es, de una forma absurda hemos convertido estas creencias en una trágica realidad carente de sentido. Ahora bien, qué ocurriría si nuestro pensamiento circulara alrededor de «el dinero es el origen de todos los bienes, de una vida alegre y segura», ¿sería idéntica la relación con mi trabajo o con mi forma de gastarlo? Ahora bien, ¿quién se atreve a pensar así? Da miedo.

El miedo al cambio es uno de nuestros mayores miedos irracionales.

El tabú nace de una prohibición, de una fuerte y severa prohibición. 

Yo no recuerdo cuándo fue la primera vez que cogí una moneda (un billete ni soñarlo en aquella época), lo que si recuerdo son las creencias que me inculcó la cultura de mi país (años sesenta), la de mis padres (familia) y las de mis amigos (pertenencia), las que hice mías durante una buena temporada y que me impidieron disfrutar del éxito y del dinero que conllevaba.
Una muy importante fue que «nada se consigue sin esfuerzo»…, ¡y yo había conseguido grandes cosas sin él! Os hago una breve relación:
  1. Sin tener ningún título universitario, fui profesor de la Universidad de Nueva York a los 27 años y posteriormente de la Complutense y luego de otras muchas. En la Universidad de Alcalá de Henares, el Rector me nombró profesor honorario, lo que me permitió dar clases sin conflictos, a los 34 años. Todo ello y más aún, sin esfuerzo.
  2. He viajado por una veintena de países dando clases a profesores de muy diversas procedencias y  ámbitos, desde los 28 años, sin esfuerzo.
  3. Actué, dirigí y he escrito varias obras de teatro…, … gané premios, … , he publicado libros,…, sin esfuerzo…

Sin embargo, mi creencia no me permitió disfrutar y crecer con ello.

Sentía que no me lo merecía y que incluso el dinero que recibía no era justo que yo lo obtuviese: «Había personas más preparadas que yo», «los demás habían estudiado (hecho un esfuerzo) y yo no» y  tampoco me permitía en el fondo de mi alma superar el destino de mis padres y su pobreza.

Hasta que comencé a cambiar mis creencias de forma, en ocasiones, vertiginosa…

Hoy, hace unos años, con mi hijo de doces meses, cuando le vi coger un billete de 20 euros la primera vez frené mi primer impulso de arrebatárselo y vi pasar por mi mente todas las justificaciones que anidaban aún en mi interior: «se lo voy a quitar por si lo rompe, por si se lo mete en la boca,  por si me quedo sin el», y no recuerdo cuantas más.
Era como si hubiera cogido algo peligroso y dañino, y me imaginé al igual que me comportaría con un cuchillo en sus manos. Al cabo de unos segundos dejé que jugara con el billete como si tratara de un objeto más, no como de un «objeto menos», al que desea llegar y no puede porque se lo prohibo.
No más tabúes con el dinero en mi casa, con mi hijo, con la educación. Aquí se usa el dinero y, siempre que puedo, el niño paga y aprende a usarlo con alegría y placer. Mis emociones están disfrutando de su capacidad de juego, mi alegría es su alegría, y el dinero forma parte de este juego. No más tabúes, no más prohibiciones…
 (¿Continuará…?)

 

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