fbpx

Esté artículo está publicado originalmente en Uakix: Especial Sexualidad Consciente. Gracias Beatrice Pieper.                                                   Y también gracias Lily Almagro.


Seducirte para alcanzar el placer del sexo.

Aunque parezca extraño, seducirte a ti mismo es el primer requisito para conseguir una sexualidad honesta, activa y placentera. ¿Lo sabías?

Teóricamente sabemos muchas cosas, las definimos, las analizamos, y no encontramos soluciones a nuestras necesidades más allá de las que nuestra mente nos dicta.

Y por desgracia, no llegamos a movernos hacia ninguna dirección ya que la lógica de nuestros pensamientos brilla por su ausencia en estas situaciones de bloqueo.

Como muchas otras, la seducción es una acción que integra tu cuerpo y tus emociones con tus pensamientos. Te pongo un ejemplo: Seguro que sabes en tu mente que “si no me quiero a mí mismo no puedo querer a los demás”, ¿cierto?

Y entonces, ¿qué haces para quererte?

¿Lo piensas o te pones en movimiento para realizarlo? ¿Te quieres a través de tus pensamientos o de tus acciones? Quizá ya hayas comenzado este camino y te estés queriendo y desde ese amor estés generando ya ese otro amor generoso y tan diferente al necesitado… O quizá te encuentres aún en la teoría y no hayas pasado a la práctica…

Sea como sea, cualquier tipo de comunicación emocional comienza por nosotros mismos. Si no me cuido, no puedo cuidar a los demás, y únicamente les estaré dando lo que yo en el fondo necesito.

Además, se lo entregaré de una forma extraña porque no estaré atendiendo a sus necesidades, solo a las mías. Si no me acepto ¿cómo voy a aceptar a los demás? Si no me miro con buenos ojos, si no celebro mis éxitos conmigo mismo primero, si no acepto mis pérdidas o mis miedos… ¿cómo lo voy a hacer con los demás?Seducirte para alcanzar el placer del sexo.

Y por todo ello, si no me seduzco a mí mismo, ¿cómo voy a seducir a los demás?

Si no trato a mi cuerpo con placer, si no le doy el placer del sexo, ¿cómo lo voy a hacer con mi pareja o en cualquier encuentro sexual esporádico?

¿Lo ves posible? Así que todo intercambio con los demás comienza por nosotros mismos, incluida la seducción.

¿Y qué es la seducción?

En su origen el término tenía estos significados: en Grecia, engaño o traición; en Roma, llevarse aparte a alguien, llevarse a alguien consigo, atraerlo.

Al traducir la Biblia del griego al latín en el siglo V, seducción aparece en varios lugares con el significado griego primigenio. Y es especialmente en el Génesis donde más repercute este significado en la historia, ya que es de sobra conocido el episodio en que la serpiente “seduce” a Eva y esta a Adán.

Así, a partir de esta época, la palabra seducción mantiene este significado negativo y es el que pasó a nuestra lengua. Con el tiempo se fue transformando, llegando a adquirir últimamente también el significado de atracción.

Para mí, la palabra seducción no es sinónimo de manipulación sino de atracción, de admiración y de amorosidad.

Un nuevo concepto de seducción que no nos permite caer en la trampa mental de la necesidad de gustar, de agradar a los demás por encima de nosotros mismos. Ya que una cosa es estar contento con mi ser, aceptarme como soy, y otra consiste en abandonarme a la máscara, o recurrir a estrategias para ser aceptado, o incluso esperar el reconocimiento del otro.

Todo ello porque el seductor/a se construye con una buena dosis de autoestima, confianza y vulnerabilidad. Necesito quererme, traspasar las fronteras de los miedos infundados y encontrar mi esencia, mi luz interior, mi alma, para poder salir al mundo y sentir el brillo de los demás, y así sentir la verdadera atracción de las almas.

Así que ¿cómo te ves? ¿cómo te calificas? ¿con qué palabras te juzgas? Cuando te miras a un espejo, ¿te miras a los ojos? ¿durante cuán- to tiempo?

Si puedes mirarte a los ojos durante unos minutos sintiéndote contigo mismo, en paz, alegre, ya estás seducido por ti mismo. Cuando ves tu cuerpo en el espejo, ¿te gustas o llegas a pensar “qué asco”? ¿Disfrutas de esa imagen? ¿Sientes el placer de tener un cuerpo que está vivo y que puede disfrutar de sí mismo y de los cuerpos de los demás?

Si estás cerca de querer a tu cuerpo ya eres un seductor de ti mismo.

Cuando piensas en masturbarte, ¿sientes culpa o placer? ¿Ese deseo nace del bienestar, de la dicha? Si buscas momentos de alegría para disfrutar de tu intimidad a solas, estás seducido por ti mismo.

Y cuando te tocas buscando el placer que tu cuerpo necesita ¿te ocultas de ti mismo? Si sigues sintiendo alegría, tanta que te dan ganas de publicarlo en las Redes, eres un verdadero seductor/a de ti mismo.

El sexo es la mejor de las formas de darnos cuenta de cómo nos comunicamos con nosotros mismos y con los demás. Por ejemplo, si soy honesto conmigo mismo seré honesto con mi sexualidad. Si conozco mi esencia y me encuentro cerca de ella, podré compartirla con los que comparta mi cama.Si estás cerca de querer a tu cuerpo ya eres un seductor de ti mismo.

El deseo que emerge del posible encuentro sexual con “el otro” ¿nace del deseo de darme placer a mí mismo?¿De darle placer al otro?

Es probable que creas, especialmente por estas latitudes, que al acostarme con alguien me esté procurando mi propio placer.

Sin embargo, lo que realmente ocurre es que me “descargo” y no llego al placer, aunque pueda alcanzar los orgasmos.

Descargarse emocionalmente a través del sexo es una práctica habitual y al hacerlo, nos alejamos del placer.

El placer es placer, es abandono a mi propio instinto y al del otro.

Vivir esa clase de placer es diferente a lo que habitualmente entendemos como tener sexo. Se consigue al sentirnos equilibrados emocionalmente y no emplear el tiempo pensando en “el qué dirá” mi compañero o compañera de sexo, o incluso pensar en “cómo sentir placer”.

No, el sentimiento y el pensamiento están alejados de este deleite. Para ello necesito ser arriesgado con mi cuerpo, y situarme en el lugar donde el darme goce suponga el primer paso y que el otro lo reciba el segundo.

Ir al contenido